Santander ha perdido uno de sus monumentos naturales más emblemáticos, el llamado Puente del Diablo o Joráo, un arco natural formado por rocas, que se alzaba sobre el mar. Esta construcción espontánea se ha venido abajo por la erosión del agua. Los proyectos que se diseñaron para frenar su erosión nunca fueron llevados a cabo por las autoridades y el tiempo y el mar le han ganado la batalla. No es la primera vez que la capital cántabra ve cómo se pierden sus símbolos naturales, ya que en 2005 el arco de la Isla de Horadada también fue destruido por un temporal. Algo parecido ocurrió también con el llamado Dedo de Dios de Gran Canaria.